Por Abel Farré
Atrapado en la ciudad que me vio nacer, cada una de las cosas con las que me voy encontrando me parecen banales. Cada uno de los espacios y objetos que me rodean no despiertan ninguna emoción en mi interior. Quiero volver a sentirme como un niño para volver a oler, tocar y sentir cada una de las cosas que me encuentro, quiero volver a sentir que el viaje de la vida está en cada uno de los objetos que nos rodean.
Quiero conocer cada uno de aquellos objetos característicos de cada uno de los países que visito, quiero vivir con ellos, quiero ver qué emociones me despiertan…
Vosotros desde vuestras casas podréis viajar a un mundo en donde existen diferentes costumbres pero que en el fondo llora, sufre, se alegra,… por unos mismos hechos que están presentes en nuestro día a día.
Permitiros soñar desde casa, pues si vosotros queréis, cada uno de los días de vuestra vida puede ser muy especial.
Título
Perú: De Miraflores a la ciudad de los Muertos, del smog al sentido de la vida
Objeto
Cruz andina
Referencia del objeto con alguna sensación o sentimiento con el que me si sentí identificado en el momento de escribir la postal:
“La cruz andina unía el mundo TERRENAL con el mundo de los DIOSES y el mundo de los MUERTOS; ahora seguimos pensando en llevar el cielo a la tierra a partir del momento en que nos damos cuenta que NO HAY VIDA SIN MUERTE”
Escrito
El smog era visible desde cada una de aquellas partes de la ciudad que me prestaban asiento; desde los largos parques verdes de Miraflores que tomaban descanso allí en Larcomar hasta las nostálgicas estancias de tiempos pasados que tomaban como insignia la diversidad cultural y humana allí en Barranco. Desde las zonas verdes con virgen por compañía en Surco hasta allí en donde el comunismo de consumo o tal vez el socialismo de mercado tomaba el nombre de Starbucks Coffee. Desde el céntrico Cordano, en donde recuperaba el placer de tomar un buen café después del almuerzo hasta…
Así que sin tolerar la espera del “nada”, me fui a la búsqueda de aquellos barrios en donde los llamados más pudientes compraban al mendigo su tranquilidad espiritual o bien su título de generosidad; pues tal vez allí el cielo tomaría el reflejo de la realidad humana, pues tal vez allí el cielo recuperaría su luz.
Tras acudir al salto de diversas combis capitaneadas por voceadores, pasaron frente de mi San Juan de Miraflores, Villa María del Triunfo y Nueva Esperanza; eran zonas habitadas por aquellos que en la búsqueda de nuevas oportunidades, tuvieron que dejar las tierras que los vieron nacer.
Ahora en Nueva Esperanza, con cielo despegado, la gente al salir de sus casas divisaba el segundo cementerio más grande del mundo. Era el cementerio de la Virgen de Lourdes, un cementerio cubierto por una tierra árida alejada del verde urbano visitado durante esos días, una tierra en donde las infraestructuras parecían llegar con retraso; pero una tierra que más que nunca era consciente que no hay vida sin muerte.
Tal vez por eso me encontraba tan bien allí; yo no era más que un nuevo inmigrante en búsqueda de nuevas oportunidades, yo no era más que un inmigrante que sentía la necesidad de vivir al máximo la vida, allí en donde el destino me recibiera…