If/Then: cuando Idina Menzel salvó la noche

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En plena calle 46, en el corazón de Broadway, el hermoso y amplio teatro Richard Rodgers es sede de If/Then, uno de los espectáculos musicales más rentables de la temporada 2014. La audiencia está compuesta por gente mayor y muchas parejas homosexuales. La presencia predominante de estos dos grupos tiene sentido, pues pocos jóvenes poseen un laxo presupuesto para pagar el valor de una entrada en el Rodgers y, por otro lado, Idina Menzel es uno de los más visibles y estilizados iconos de la cultura gay contemporánea (Maureen en Rent, Elsa en Frozen, y su definitiva rendición del liberador hit pop Let It Go, el nuevo himno para salir del clóset, lo explican todo sin necesidad de mayores detalles).

Vibrantes tonalidades rosa, azul y púrpura dominan la paleta de colores que pinta cada una de las nítidas escenas de este nuevo musical, cuya premisa tiene puntos en común con la película Sliding Doors (1998, de Peter Howitt). Justamente, al igual que en la mencionada comedia romántica de Gwyneth Paltrow, esta función sigue dos historias paralelas con los mismos personajes, estructurada de manera que concluye con una reflexión sobre la forma en que una decisión aparentemente intrascendente desencadena en otras de mayor importancia y al final determina el curso no sólo de nuestras vidas, sino también de quienes nos rodean. Estamos frente a dos historias a falta de una o, en otras palabras, lo que yo llamo Idina al cuadrado.

Logros y desaciertos

Idina Menzel interpreta a Elizabeth, una planificadora urbana divorciada que viaja de Phoenix a Nueva York. Un día en el Madison Square Park se encuentra con sus amigos Kate (una vivaz LaChanze) y Lucas (un agradable Anthony Rapp), y conoce a Josh (James Snyder, quien tiene toda la pinta y el carisma de galán televisivo), un doctor recién llegado de la guerra. Ese día se disgrega en dos, Liz y Beth, y a partir de allí vemos, en paralelo, cómo se desarrollan sus dos posibles vidas en una ciudad de Nueva York romantizada, donde todo es limpio, divertido, con olor a lavanda y estéticamente perfecto. Es un musical al fin y al cabo, así que cantar y armar una coreografía en el parque, en el metro o en la biblioteca no es tan descabellado desde la lógica de If/Then.

 

A pesar de la premisa rica en posibilidades y la energía y flexibilidad del género musical, el producto final parece a ratos una oportunidad desperdiciada. Visualmente, la puesta en escena es consistente y agradable, el talento de los actores y bailarines es indiscutible y tiene el ligero y descomplicado encanto de una taza de chocolate caliente con malvaviscos derretidos en el fondo. Sin embargo, ninguna de las dos historias sobre el posible futuro de Elizabeth es realmente cautivadora o remotamente interesante, ya que el libro y las canciones de Tom Kitt y Brian Yorkey carecen de la inventiva necesaria para trascender de la etiqueta “bonito, pero fácil de olvidar” y, lo peor de todo, constantemente emana la sensación de que el género musical no es el apropiado, ni el teatro el medio ideal, para el desarrollo de esta historia. Lo mismo habría quedado mucho mejor como una pequeña comedia romántica, no musical, adaptada para el cine (en no más de 90 minutos) o la TV.

El carisma de una estrella

Paradójicamente, el único elemento que resalta es justamente musical; este elemento es, sin duda, Idina Menzel. El producto final es más que tolerable gracias al magnetismo de esta leyenda contemporánea de Broadway. Tengo que admitirlo, cuando la vi la adrenalina empezó a correr con más vigor por mi cuerpo, así de poderosa es la actriz. Aun ante las carencias de la producción —más en su ejecución que en su concepto— Menzel es una maravilla. Su voz limpia, potente y de variadas texturas emocionales eleva de categoría al espectáculo. Es inconcebible imaginar toda esta puesta en escena sin ella, pues es un ejemplo paradigmático de la estrella que se vuelve absolutamente indispensable para su show.

Dicho así, If/Then pudo ser más consistente, inteligente y madura como producción teatral, pero es también el show de Idina Menzel, quien llega a notas tan altas que parece que va a atravesar el tumbado del Rodgers para dirigirse al cielo con la fuerza de una bala de cañón. Sólo una actriz de su calibre puede conferirle interés a un personaje tan impersonal como Elizabeth, trascender las limitaciones de la producción y darle vida, humor, pathos —según se requiera— a temas tales como What If, What the Fuck?, You Learn to Live Without y Always Starting Over (todos recomendados por la enorme personalidad de la protagonista). ¿Vale la pena pagar $200 por una función de If/Then? Creo que sí, pero únicamente por el placer de ver y escuchar a una auténtica estrella dejándolo todo en el escenario.