Por qué Por Ana Riera

 

mala-mirada

 

-¿Por qué?

-No lo sé.

-No me vengas con esas. No me lo creo. ¿Por qué?

-He sido un estúpido, un imbécil.

-Eso ya lo sé. Lo que quiero saber es por qué. Puedo decirlo más alto, pero no más claro.

-Fue ella. Se me insinuó, me persiguió, insistió una y otra vez.

lips-Por supuesto, qué idiota, como no me habré dado cuenta. La culpa fue suya. No es más que una puta que se dedica a seducir a los hombres. Una Mantis Religiosa sin escrúpulos.

-Vale, vale. Ya lo pillo. Pero tienes que entenderlo. Para un tío es muy difícil resistirse, muy difícil.

-Querrás decir para un tío que piensa con la polla. Como tú.

-No hace falta que seas grosera.

-¿Te molesta que sea grosera? Ésta sí que es buena. Pobrecito, es tan recatado él que no le gusta que le hablen de su polla. Pues bien que no te importó sacarla a pasear por donde no debías.

-Me equivoqué, fui un gilipollas. ¿Qué más puedo decir?

-¿Otra vez insultándote? ¿Quieres insultarte? Porque yo puedo ayudarte. Eres un mierda, y un hijo de puta, y un cabronazo.

-De acuerdo, soy todo eso. Pero me he dado cuenta de mi error. Todos cometemos errores. Pero rectificar es de sabios, ¿no?

-¿Sabes qué te diría mi abuelo? Que era el balcón correcto, pero el toro equivocado. Era de labiosPamplona. Un hombre muy sabio. Mira, si te hubieras enamorado de verdad, de una mujer hecha y derecha, no sé, a lo mejor, podría haberlo entendido. Creía que tú eras diferente. Pero no. Bastó con que una niñata te dijera cuatro tonterías para que te creyeras que volvías a tener 20 años. Es patético. ¡Joder, que podría ser tu hija!

-Espera, espera. Creo que me he perdido. ¿Se puede saber de qué narices estás hablando?

-De la rubia pechugona que te tiraste, de la jovencita de carnes firmes que no había cumplido los 25, ostias. De eso estoy hablando.

-¿Pero se puede saber qué es lo que te pasa? Sonia sólo tiene cinco años menos que yo. ¡Hace un par de meses cumplió 45! Y no fue un simple calentón. Me enamoré. Pero ya lo he superado.

-¿Sonia?

-Acabas de decir que eso podrías perdonarlo. Lo has dicho tú, no yo. Me di cuenta de que era un error. Que yo te quería a ti, sólo a ti. Lo digo en serio.

-¡Claro! ¡Seré tonta! Ahora lo veo claro, meridiano.

-¿Qué es lo que ves claro? De verdad que a ratos no te sigo.

-¿Sólo te interesa mi dinero, verdad? ¡Siempre ha sido eso, mi puto dinero! Y pensar que había contemplado la posibilidad de llegar a perdonarte… ¿Qué pasa, que esa tal Sonia no tiene dinero? Sonia. ¿Sabes? No estaba hablando de Sonia. Yo hablaba de Remedios. Una chica a la que contraté para que te sedujera, para saber si de verdad podía contar contigo. Ahora ya lo sé. Por partida doble.

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