Unas manos negras, hechas de azufre y herrumbre,
se apropian del aroma de mi cuerpo,
del calor convertido prematuramente en hielo de mis vísceras.
A pesar del sol que adivino en la calle,
todo en torno a mí es oscuridad de plomo
que me obliga a mirar el suelo estéril.
aunque sea una rama hueca y quebradiza de hiel,
pero nada hay ya para mí.
Una fuerza implacable me lo ha robado todo,
y aunque escuche el latido de mi corazón
sé que es solo un triste engaño
porque estoy seca por dentro.
Es el mío un vacío más hondo que la nada,
y sé que debería luchar por escapar
de estas manos negras hechas de azufre y herrumbre.
Pero he olvidado cómo y me someto ingrávida a su voluntad.