El incomparable talento de Poniatowska Por Horacio Otheguy Riveira

… Y un día España se vistió de gloria mexicana: Elena Poniatowska Premio Cervantes 2013. En medio del desastre con nombre de crisis, de la miseria que ronda a tantas familias, de la desvergüenza de los dirigentes: los que gobiernan desde la derecha más cutre y fascista, y los de la oposición de izquierdas embadurnada de incompetencia, resplandece el riquísimo bagaje literario de Hispanoamérica lleno de justo orgullo, y es que entre sobresalientes colegas, ha ganado el gran premio, y con sólo 80 años, una portadora de entrañable sonrisa que parece edificarse con incomparable talento.

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 Aquí y allá distribuye su sonrisa con infinita generosidad. De origen aristocrático polaco, nació en París y se forjó en México como madre de familia, viuda desde 1988, periodista combativa y escritora admirable de pequeñas y grandes batallas, del amor y la lucha social, de la grandeza de las humanas relaciones, incluidas las pequeñas mezquindades de las que se alimenta la vida cotidiana.

La sonrisa de Poni se expande en cualquiera de sus libros, incluso al firmar el primer gran testimonio de la tragedia política del 68, cuando sectores del gobierno decidieron disparar contra estudiantes y una multitud que se manifestaba en las calles en una versión mexicana del 68 francés: La noche de Tlatelolco. Testimonios de historia oral. Aquella fue una joya que dio la vuelta al mundo por su intensa emoción y su objetivo campo de batalla: la ruindad de la clase política cuando se trata de defender sus espurios intereses:

Son muchos. Vienen a pie, vienen riendo. Bajaron por Melchor Ocampo, la Reforma, Juárez, Cinco de Mayo, muchachos y muchachas estudiantes que van del brazo en la manifestación con la misma alegría con que hace apenas unos días iban a la feria; jóvenes despreocupados que no saben que mañana, dentro de dos días, dentro de cuatro estarán allí hinchándose bajo la lluvia, después de una feria en donde el centro del tiro al blanco lo serán ellos.

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Poniatowska es una perla excepcional en la literatura de cualquier idioma, pues funde numerosos estilos en uno muy personal, matizado por una gran pasión por comprender a los hombres, “tan pobres, tan pendientes del sube y baja de su órgano principal”, y de amar a las mujeres que se abren camino a solas con su inmensa humanidad, desprotegidas y sin embargo tan valientes; desoladas en su avidez de conocimiento, y no obstante siempre listas para iniciar nuevas y peligrosas aventuras.

Ha obtenido premios, ha enviudado y se ha ido construyendo a sí misma en un bien nutrido repertorio de testimonios literarios. Conocer a Elena Poniatowska a través de sus libros es siempre una experiencia enriquecedora. Lo mismo en plena actividad pública contra la derecha recalcitrante de su país, como en el brío fascinante de sus relatos con vocación de panfletos movilizadores.

Mucha obra, apasionantes textos, indagaciones, melodramas, retratos de familia, canciones y revueltas, y por todas partes, y antes de cualquier otra cosa, un enamoramiento de palabras que se buscan a sí mismas, que reptan por mundos opuestos, siempre con un principio inalterable que consiste en robarle al tiempo y a las injusticias senderos de noble estirpe, de solidaridad plena entre el lector y su escritora predilecta.

Entre muchas maravillas, un relato de estilo epistolar basado en hechos reales, algo que también hizo con la fascinante Tina Modotti (Tinísima) en un voluminoso texto. Pero lo que aquí traigo son algunos párrafos de Querido Diego, te abraza Quiela, inspirada en la trágica historia de amor y abandono entre el muralista mexicano Diego Rivera y la pintora rusa Angelina Beloff.

Juntos tuvieron un hijo que muere en París de pulmonía. Rivera marcha a México con la promesa de regresar, algo que nunca sucedió. Angelina escribe a Diego cartas sin respuesta. Angelina es Quiela en este relato-carta magistral que se puede leer completo en Internet con mucha facilidad.

En los papeles que están sobre la mesa, en vez de los bocetos habituales he escrito con una letra que no reconozco: “Son las seis de la mañana y Diego no está aquí”.

querido-diego“No tengo en qué ocuparme, no me salen los grabados, hoy no quiero ser dulce, tranquila, decente, sumisa, comprensiva, resignada, las cualidades que siempre ponderan los amigos. Tampoco quiero ser maternal; Diego no es un niño grande, Diego sólo es un hombre que no escribe porque no quiere y me ha olvidado por completo”. Las últimas palabras están trazadas con violencia, casi rompen el papel y lloro ante la puerilidad de mi desahogo.

Me baño con agua fría para espantar las aves de mal agüero que rondan dentro de mí, salgo a caminar a la calle, siento frío, trato de mantenerme activa, aunque en realidad deliro. Y me refugio en el pasado, rememoro nuestros primeros encuentros en que te aguardaba enferma de tensión y de júbilo. Pensaba: en medio de esta multitud, en pleno día entre toda esta gente, del Boulevard Raspail, no, de Montparnasse, entre estos hombres y mujeres que surgen de la salida del metro y van subiendo la escalera, él va a aparecer, no, no aparecerá jamás porque es sólo un producto de mi imaginación…

¿Qué harás en México, Diego, qué estarás pintando? Muchos de nuestros amigos se han dispersado. Marie Blanchard se fue de nuevo a Brujas a pintar y me escribió que trató de alquilar una pieza en la misma casa en que fuimos tan felices y nos divertimos tanto, cuando te levantabas al alba a adorar al sol y las mujeres que iban al mercado soltaban sus canastas de jitomates, alzaban los brazos al cielo y se persignaban al verte parado en el pretil de la ventana totalmente desnudo…

 

Elena Poniatowska es esa amiga leal que tiene todo buen lector, que la siente llegar de madrugada con una botellita de tequila en el bolso o a las 7 de la tarde con el mejor café con exquisitos pasteles, y en todo caso portando un buen ramillete de bromas y desconsuelos, de rabias políticas y afanes todo-corazón. Es la misma que, por ejemplo, escribió asumiendo la voz de Jesusa, una lúcida analfabeta, en una de las novelas más extraordinarias de la literatura en habla castellana, retrato histórico de México, revolución incluida: Hasta no verte Jesús mío (escrita en 1969 y con una dedicatoria significativa, “A Jan, mi hermano; a todos los muchachos que murieron en 1968, Año de Tlatelolco”):

… Antes nomás agarraban a gente de a montón sin emparejarla y los mandaban a campaña, jóvenes viejos, mancos, cojos, como salieran, el chiste era que todos se levantaran en armas. Echaban mano de lo primero que encontraban, y los mandaban al combate como manada de caballos brutos nomás a que los mataran porque mientras se enseñaban a cargar su rifle ya los habían matado. Los chiquitos, los jovencitos, como no comprendían, se metían adelante, total, allí se quedaban tirados y ya. Los agarraban como puerquitos y vámonos al matadero.

A Pedro mi marido lo mandaron a caballería, y a mí también, aunque soy del tamaño de un perro.

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Querida Poni: España se vestió de fiesta con tu presencia, tus múltiples ocurrencias y desde luego con tus libros que poblaron librerías y bibliotecas. Ese es tu mejor legado con premio o sin premio, minar de riqueza literaria, de complicidad y valientes testimonios el mundo que nos quede, porque de las vanidades tú ya estás de vuelta hace mucho tiempo. ¿O acaso no fuiste tú quien dijo —cuando te premiaron por la novela La piel del cielo— aquello de: “El éxito es un ratito. Uno nunca consigue absolutamente nada en esta vida. Como decía mi madre, aquí había un cantante que se llamaba Cri-Cri que cantaba ‘Allá en la fuente había un chorrito, se hacía grande, se hacía chiquito’. Pues bueno, así pienso yo que es el éxito”.

[Agosto 2016, publicación de su última novela: Dos veces única, se centra en la vida de la escritora Lupe Marín, la primera esposa de Diego Rivera. Un documentadísimo retrato del México moderno].