Máquinas Por Carlos Mollá

¿Es un error científico dar por sentada una hipótesis? Supongo que sí. El método científico suspendería mi trabajo por el solo hecho de plantearlo. Consciente de ello, a pesar de todo, me atrevo a asegurar que la materia del universo no tiene ninguna intención prefijada de adónde quiere llegar y en qué desea transformarse. No he sido capaz nunca de imaginarme a las moléculas combinarse para conseguir una funcionalidad específica o una forma determinada.

Para entender las ideas que voy a expresar es necesario aceptar esta tesis de una manera rotunda. Dejemos, por definición, que sólo la conciencia sea capaz de contener esta propiedad de planificar el futuro. Por cierto, la conciencia es una característica que ha aparecido en la naturaleza hace solamente unos pocos millones de años, digamos que entre 3 y 5 millones de años.

Es decir, existen otros 11.000 millones de años, desde el origen de este universo, donde el desarrollo de lo que conocemos ha tenido dos únicos factores que lo han hecho posible, el azar y la necesidad, que han trabajado al unísono sin ningún plan preconcebido, sin plano de montaje, para dar como resultado el mundo que conocemos.

Las moléculas, los complejos orgánicos, los organismos y los seres vivos tenemos algo en común, que es la dificultad de mantener durante mucho tiempo nuestra integridad física y en definitiva nuestra propia esencia. El entorno en el que nos movemos tiende a apoderarse de nuestra energía y convertirnos en otra cosa de lo que somos. Esto le ocurre tanto a un átomo de hidrógeno como a un organismo complejo de la misma manera.

La única forma de proteger nuestra estabilidad existencial es volvernos más complejos, creando superestructuras que nos protejan de la hostilidad del medio. Un átomo de hidrógeno aislado es mucho más inestable si está solo que si se une a otro átomo de hidrógeno. Un ser humano llegará a ser más viejo si vive en una casa que si lo hace en una sabana africana.

El fenómeno evolutivo es el mismo en ambos casos. Ya sea de manera casual o de forma inteligente, si no se construyen estructuras más complejas la persistencia en el medio se hace muy precaria. Por otro lado, el entorno es cambiante, por lo que las líneas de desarrollo de esa complejidad también han de cambiar.

Es sencillo, si nuestro átomo de hidrógeno no consigue asociarse a otro similar a él, será el oxígeno el que lo transforme en una molécula de agua. Cuando a través de esta asociación con otros átomos se forman moléculas complejas, éstas tienen la misma necesidad de permanecer en su esencia que nuestro hidrógeno y buscará fórmulas de estructuración cada vez más complejas para estabilizarse y persistir. Y así sucesivamente.

No es de extrañar entonces que por reacciones aleatorias y en un espacio enorme de tiempo, vayan apareciendo moléculas tan complejas como proteínas, glúcidos y lípidos, con características funcionales y estructurales muy complejas y que son la base de los organismos vivos. A su vez apareció una nueva molécula con secuencias internas repetitivas de submoléculas, que son en sí mismas un lenguaje codificado. Tres de estas submoléculas son suficientes para elegir un aminoácido, por lo que sería capaz de definir proteínas específicas para cada una de las series contenidas en el ADN, que así se llama esta maravillosa molécula. Además añade la capacidad autorreplicante; es decir, pueden generar una molécula exactamente igual a ella. El salto cualitativo es gigantesco porque se empieza a utilizar la información codificada como una manera de acumular complejidad. Se introdujo un parámetro nuevo en la búsqueda de la estabilidad. No sólo se barajaban diferentes reacciones químicas aleatorias, sino que ahora también se hacía con bases de información para probar nuevas adaptaciones. Había nacido el gen, la unidad de información orgánica.

Estas moléculas no necesitaban más que rodearse de estructuras proteicas y demás moléculas orgánicas para formar los primeros seres vivos, capaces de replicarse y así poder transmitir la información que portaban generación tras generación.

Se creó el ente organismo para contener, preservar y transmitir a los genes contenidos en él. Los individuos no eran más que máquinas de supervivencia y transmisores de información al reproducirse.

Pero para que este nuevo sistema fuera lo suficientemente dinámico, era necesario que la información pudiera cambiar en espacios de tiempo suficientemente cortos para ser efectivos con los cambios medioambientales que siempre se están produciendo.

Los únicos fenómenos que eran capaces de alterar el código genético de estos organismos eran las mutaciones generadas por los rayos cósmicos y ultravioletas y por los errores en la replicación. Estas alteraciones son por lo general muy perjudiciales para el ser vivo que las sufre y solamente muy pocas de ellas consiguen efectos beneficiosos, por lo que había que buscar variabilidad genética de otra manera más efectiva. ¡Qué mejor que buscarla en organismos similares que tengan ya probado su éxito en el entorno en el que sobreviven! Asociándose a otros individuos, mezclando sus genes y sometiendo la mezcla a la selección natural, se conseguían elaborar líneas evolutivas con las características necesarias para perpetuarse más exitosamente. Había nacido la reproducción sexual.

Han pasado 3.500 millones de años desde la aparición del gen y se han sucedido infinidad de especies y miles de millones de individuos que han nacido para después desaparecer y lo único cierto es que la información genética es lo único que permanece, lo único que trasciende al tiempo.

Cuando aparece el ser humano se produce un hecho enormemente similar a la creación del gen, que es la creación del mem o unidad de información cultural. El salto cualitativo que está produciendo el mem será mucho mayor que el impacto que produjo el gen, pero el efecto es el mismo. Ha conseguido un nivel de complejidad cuyos límites son difíciles de imaginar y una trascendencia en el tiempo exactamente igual a la que tiene el gen, provocado por el éxito existencial que los seres humanos tenemos en el entorno que nos movemos. Al fin y al cabo ése era el objetivo de nuestra evolución. Como máquinas de supervivencia hemos conseguido un grado más de complejidad para la supervivencia del gen.

Lo anecdótico de este proceso es que el mem nos está llevando a unos niveles tecnológicos de tal magnitud que nos hace capaces de manipular al gen, “nuestro creador”.

Veremos adónde nos lleva esta extraordinaria tecnología.

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