La vecina de enfrente Por Ana Riera

 

¡Qué rabia! Con lo que me apetecía hoy la clase de pilates. ¿Porqué habrá caído esta mañana esa tromba de agua? Madre mía, la verdad es que parecía que se iba a acabar el mundo. Y claro, es lo malo de los bajos, que si llueve mucho y no están muy bien acondicionados, pues se inundan. En fin, qué se le va a hacer. Pero es que justo hoy el cuerpo me pedía una buena clase de pilates. Hacer un poco de ejercicio y estirar la musculatura para llegar bien relajadita a casa. Pero, vamos, que el profesor tenía razón, el gimnasio estaba impracticable, el suelo empapado, las colchonetas hechas una pena y restos de porquería por todas partes. Que digo yo, ¿de dónde sale tanta porquería?, si el gimnasio siempre está impoluto, que fue una de las cosas que más me gustaron de él. Ya se sabe, el agua, que cuando se descontrola, arrasa con todo lo que encuentra a su paso. No quedaba otra, había que suspender las clases y punto. No vale la pena darle más vueltas.

Óleo de C. Miranda

Habrá que verle el lado positivo. Gracias a la maldita tromba hoy llegaré pronto a casa. Así podré darle una sorpresa a Toni. Seguro que se lleva una alegría. Nunca me ha dicho nada, pero yo creo que no le hace mucha gracia lo de que vaya a pilates dos veces por semana. Pero es tan bueno, tan comprensivo…La verdad es que tengo mucha suerte. Porque mira mi amiga Susana. Su marido no le deja hacer nada. Le dijo que quería apuntarse conmigo a pilates, para hacer algo de ejercicio y porque a veces le duele la espalda, y el muy carcamal le empezó con que para qué vas a ir, que si eso es un sacacuartos, que si no te hace falta, que qué voy a hacer yo esos días, que si patatín, que si patatán, total, que Susana se rajó y no se apuntó. Pero mi Toni no es así. Estoy casi segura de que no le hace mucha gracia, pero no me dice nada. Porque entiende que si a mí me apetece, pues que tengo todo el derecho del mundo, faltaría más, vamos, hasta ahí podíamos llegar.

Katherine Purdy

¡Buf! Por fin en casita. Ya empieza a llover otra vez. Voy a recoger la ropa, que seguro que ya está seca. Anda mira la vecinita, que sexy se ha puesto. Bueno, sexy por decir algo, porque parece un putón verbenero. Va tan apretada que se va a asfixiar. Con lo modosita que parece cuando coincido con ella en el ascensor. Esta claro que esta noche va a por todas, vamos. Si ha puesto velitas y todo. Y desde aquí no lo distingo bien, pero me juego lo que quieras a que se ha pintado los labios con un carmín rojo pasión. Y ahora se echa unas gotitas de perfume en el escote, es de libro, vaya. Seguro que huele que marea. Qué fuerte, yo no me lo pierdo. El maromo tiene que estar al caer. Ya verás cuando se lo cuente a Toni, se va a mear de la risa. Uy, que va hacia la puerta, alguien debe haber llamado. Seguro que es él, qué morbo, a ver qué pinta tiene, ya vienen, venga, deja que te vea la cara, no seas tímido, acércate un poquito más hacia la luz, Buf, trae champán y flores, aquí van a saltar chispas, vamos, un poquito más, vamos… ¿Toni? ¡Toni!

Bueno, la verdad es que tampoco me importa tanto, además, ¡qué pereza! Romper con él, volver a estar sola, tener que conocer a otro hombre. Y la vecinita parece una chica atrevida, seguro que le enseña algo interesante.