El dulce porvenir (1997) Por Luigi De Angelis

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Presentar un drama poderoso y sutil requiere sensibilidad y supone una labor compleja. En El dulce porvenir, Atom Egoyan borda con delicadeza las escenas que componen el film. Cada una revela nuevas dimensiones, no sólo de la tragedia que ocupa el epicentro del argumento sino también del pandemonio emocional en el que habitan sus personajes. Carente de sensacionalismo, Egoyan utiliza símbolos y una referencia constante a la fábula El flautista de Hamelin para enriquecer la presentación de la historia y conferirle un carácter universal y profundo.

 ¿De qué trata El dulce porvenir?, esa es una pregunta fácil y difícil a la vez.

Fácil porque su argumento se puede resumir en pocas palabras: una pequeña comunidad canadiense perdida en la nieve se encuentra sumergida en el dolor debido a un evento trágico que afecta a todos sus habitantes: un autobús escolar se despeña montaña abajo y se hunde en un lago helado… El abogado Mitchell Stephens (Ian Holm) —quien lidia con su propio drama familiar— llega a esta comunidad con la consigna de lucrar a través de una acción colectiva que resarza el daño sufrido. De esta forma, se van develando las peculiaridades, emociones y secretos de los personajes.

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 Difícil porque la descripción de su argumento no transmite en su totalidad aquello de lo que realmente se desarrolla en esta cinta. No es un drama familiar corriente ni una “peli de abogados”. Más bien es la solemne visión de una comunidad sumida en una pena insuperable. También es un esfuerzo por examinar la fragilidad de las relaciones interpersonales y el misterio del corazón humano. Y sobre todo, es un proyecto que equilibra la belleza de la poesía con el encanto de la buena prosa, la magnanimidad de lo épico con el cercano susurro de lo íntimo. Es el tipo de largometraje cuyas imágenes perduran en la memoria por años, cuyas palabras resuenan quizás por siempre.

 En lo que concierne a lo visual, el film está sumamente bien acabado. El desolador panorama de un paraje remoto y frío de la Columbia Británica trasciende por su inescrutable belleza y por todo lo que evoca con relación a la estoica resistencia de sus habitantes a dejarse abandonar por la pena. De igual forma, la música de Mychael Danna transporta el alma del espectador a un mundo mítico a través del poderoso sonido de los instrumentos de viento que predominan en sus composiciones. La música y la fotografía añaden una dimensión espiritual interesante al relato.

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 Las actuaciones son otro punto fuerte de la película. Ian Holm, a pesar de su rostro y maneras flemáticas, transmite un entramado de emociones intensas y contradictorias. No hay una sola nota falsa en su interpretación, pues el actor domina con maestría el arte de expresarlo todo sin aspaviento alguno. Sarah Polley interpreta a una de las pocas supervivientes de la tragedia que ha sumido a su pueblo en una gran congoja. Su papel es clave para el desarrollo de la trama y la actriz muestra extraordinaria aptitud para evocar el misterio, la fragilidad y la eventual fortaleza que gravitan alrededor de su personaje. Bruce Greenwood, en el rol de un padre afligido y furioso, se desenvuelve con matices y conmueve en sus transiciones de pasivo sufrimiento y violenta impulsividad. Redondean el portentoso elenco rostros habituales de la filmografía de Egoyan.

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 El dulce porvenir ocupa un lugar privilegiado en mi canon personal. La puedo ver cualquier día y con seguridad me seguiré sintiendo arrasado por el universo tan particular, estético e insondable que el director ha creado. La tragedia, como manifestación artística elevada, encuentra un buen ejemplo en esta película poblada por personajes tan humanos como quienes la hemos admirado con devoción, siempre circunnavegando la verdad, curando heridas y construyendo la vida minuto a minuto, sin final resuelto ni respuestas para todas las preguntas.

egoyan_250_bw [Atom Egoyan, de origen armenio, nació en El Cairo, Egipto, el 19 de julio de 1960. Vive y trabaja en Canadá, país donde ha realizado la mayor parte de su producción cinematográfica.

Otros títulos destacados en su amplia filmografía: El liquidador (1991), Exótica (1994), El viaje de Felicia (1999), Chloe (2009), Condenados (2013), Cautivos (2014), Remember (2015).

Algunos libros en castellano sobre su obra:

El cine de Atom Egoyan, Antonio Weinrichter, Generalitat Valenciana, 1995.

Atom Egoyan: la pasión del incesto, Tecla González, Castilla Ediciones, 2010.]

 

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