Un viaje, una emoción, unos objetos, unas costumbres (38)

Por Abel Farré

Atrapado en la ciudad que me vio nacer, cada una de las cosas con las que me voy encontrando me parecen banales. Cada uno de los espacios y objetos que me rodean no despiertan ninguna emoción en mi interior. Quiero volver a sentirme como un niño para volver a oler, tocar y sentir cada una de las cosas que me encuentro, quiero volver a sentir que el viaje de la vida está en cada uno de los objetos que nos rodean.

Quiero conocer cada uno de aquellos objetos característicos de cada uno de los países que visito, quiero vivir con ellos, quiero ver qué emociones me despiertan…

Vosotros desde vuestras casas podréis viajar a un mundo en donde existen diferentes costumbres pero que en el fondo llora, sufre, se alegra,… por unos mismos hechos que están presentes en nuestro día a día.

Permitiros soñar desde casa, pues si vosotros queréis, cada uno de los días de vuestra vida puede ser muy especial.

 

Título

A la búsqueda del Sol de la Isla Grande de Chiloe

Objeto

Copihue

Referencia del objeto con alguna sensación o sentimiento con el que me si sentí identificado en el momento de escribir la postal:

“Pues aunque suene a tópico no siempre hay que mirar el LADO OSCURO de las cosas; pues una pizca de COLOR siempre aparece EN LA PEOR DE LAS SITUACIONES”

Escrito

La aventura por la carretera austral se estaba complicando por momentos, las comunicaciones parecían mantener un letargo continuo con el presente; al mismo momento yo estaba algo cabizbajo, al ver cómo se estaban escapando mis ansias de reencontrarme con el sol.

Fue en ese momento cuando me vi sorprendido por la imágenes del video de “Subterranean Homesick Blues” de Bob Dylan; todo aquello me dio la idea de intentar aprender a disfrutar el viaje de otra manera, así que decidí que a partir de ahora un viejo cartón iría marcando el camino a mis nuevos destinos.

Esa nueva vivencia me ayudó a aprender que la sensación del tiempo es esquiva con la espera, me ayudó a aprender a aguardar mi turno, me ayudó a aguantar el frío, la lluvia…; al tiempo que caras de consentimiento se encargaban de darme fuerza para seguir escribiendo encima de ese viejo cartón.

En un par de días, con la ayuda de buses compartidos, con la ayuda de coches con nombre propio y  con la ayuda del que aún piensa con los demás, conseguí llegar a Chaitén.

Chaitén, ese pueblo desolado donde años atrás un volcán se había encargado de cubrir de cenizas las esperanzas de muchas familias. Unas familias que ahora se encargaban de convertir su dolor en hospitalidad mientras abrían las puertas de sus casas con afán de compartir sus pensamientos.

Fue en casa de una de esas familias que había sobrevivido a esa debacle natural, donde pude degustar las sopaipillas acompañadas de un té caliente, al mismo momento que intentaba reducir mi ignorancia en torno a la historia chilena. Personajes como Salvador Allende y su cuestionado suicidio, el americanizado Augusto Pinochet o el propio Víctor Jara empezaron a tomar significado para mí. Asimismo yo intentaba transmitir qué era aquello de la crisis española, que ahora estaba tan de moda en los medios de comunicación.

Tras un buen rato dialogando, llegó el momento de agarrar un último Ferry que me acompañaría a ese reencuentro preciado con la luz; el destino era la Isla Grande de Chiloe y allí en la ciudad de Castro me separaría para siempre del año vivido.

Título

A la búsqueda del Sol de la Isla Grande de Chiloe

Objeto

Copihue

Referencia del objeto con alguna sensación o sentimiento con el que me si sentí identificado en el momento de escribir la postal:

“Pues aunque suene a tópico no siempre hay que mirar el LADO OSCURO de las cosas; pues una pizca de COLOR siempre aparece EN LA PEOR DE LAS SITUACIONES”

Escrito

La aventura por la carretera austral se estaba complicando por momentos, las comunicaciones parecían mantener un letargo continuo con el presente; al mismo momento yo estaba algo cabizbajo, al ver cómo se estaban escapando mis ansias de reencontrarme con el sol.

Fue en ese momento cuando me vi sorprendido por la imágenes del video de “Subterranean Homesick Blues” de Bob Dylan; todo aquello me dio la idea de intentar aprender a disfrutar el viaje de otra manera, así que decidí que a partir de ahora un viejo cartón iría marcando el camino a mis nuevos destinos.

Esa nueva vivencia me ayudó a aprender que la sensación del tiempo es esquiva con la espera, me ayudó a aprender a aguardar mi turno, me ayudó a aguantar el frío, la lluvia…; al tiempo que caras de consentimiento se encargaban de darme fuerza para seguir escribiendo encima de ese viejo cartón.

En un par de días, con la ayuda de buses compartidos, con la ayuda de coches con nombre propio y  con la ayuda del que aún piensa con los demás, conseguí llegar a Chaitén.

Chaitén, ese pueblo desolado donde años atrás un volcán se había encargado de cubrir de cenizas las esperanzas de muchas familias. Unas familias que ahora se encargaban de convertir su dolor en hospitalidad mientras abrían las puertas de sus casas con afán de compartir sus pensamientos.

Fue en casa de una de esas familias que había sobrevivido a esa debacle natural, donde pude degustar las sopaipillas acompañadas de un té caliente, al mismo momento que intentaba reducir mi ignorancia en torno a la historia chilena. Personajes como Salvador Allende y su cuestionado suicidio, el americanizado Augusto Pinochet o el propio Víctor Jara empezaron a tomar significado para mí. Asimismo yo intentaba transmitir qué era aquello de la crisis española, que ahora estaba tan de moda en los medios de comunicación.

Tras un buen rato dialogando, llegó el momento de agarrar un último Ferry que me acompañaría a ese reencuentro preciado con la luz; el destino era la Isla Grande de Chiloe y allí en la ciudad de Castro me separaría para siempre del año vivido.