Un viaje, una emoción, unos objetos, unas costumbres (40)

Por Abel Farré

Atrapado en la ciudad que me vio nacer, cada una de las cosas con las que me voy encontrando me parecen banales. Cada uno de los espacios y objetos que me rodean no despiertan ninguna emoción en mi interior. Quiero volver a sentirme como un niño para volver a oler, tocar y sentir cada una de las cosas que me encuentro, quiero volver a sentir que el viaje de la vida está en cada uno de los objetos que nos rodean.

Quiero conocer cada uno de aquellos objetos característicos de cada uno de los países que visito, quiero vivir con ellos, quiero ver qué emociones me despiertan…

Vosotros desde vuestras casas podréis viajar a un mundo en donde existen diferentes costumbres pero que en el fondo llora, sufre, se alegra,… por unos mismos hechos que están presentes en nuestro día a día.

Permitiros soñar desde casa, pues si vosotros queréis, cada uno de los días de vuestra vida puede ser muy especial.

Título

De los recuerdos del pasado a Coriñanco

Objeto

Anzuelo agarrado a un pez

Referencia del objeto con alguna sensación o sentimiento con el que me si sentí identificado en el momento de escribir la postal:

“Pues a veces las nuevas aventuras te sucumben a la NOSTALGIA; pues los recuerdos aparecen para mostrarnos que NOS DEJAMOS UNA LECCIÓN POR APRENDER”

Escrito

La imágenes fueron pasando a través de una ventana que se encargaba de sucumbirme hacia un retorno al pasado; posiblemente tan sólo se trataba de uno de esos anhelos de nostalgia del cual uno quiere ser partícipe, para poder revivir esos bonitos momentos que muchos buenos días nos dio vida. Pero ello no significaba que estuviera intentando escapar de lo que estaba viviendo en esos momentos, pues era consciente que sólo sabiendo dónde me encontraba y qué era lo que estaba respirando, era la única manera de saber hasta dónde podría llegar.

Así que no me asusté cuando Niebla, Los Molinos o Coriñanco tomaron el nombre de mi siempre fiel Mataró, mi querida Caldetas o mi vivida Sant Pol de Mar; es más, si dirigía mi mirada a lo largo de ese mapa, veía como se acercaba la Costa Brava… así que un nuevo respiro de proximidad se apoderaba de mí al mismo momento que medio anonadado por ese impulso me puse en pie para revivir esos momentos, pero eso sí, sin intentar rendir cuenta a un pasado.

Ahora ya no se trataría de un recuerdo de Sant Pol de Mar, sino que Coriñanco tenía nombre propio y por ello ya era suma razón como para ofrecerle humildemente mi total respeto al dejarme poder participar de todo aquello que me ofreciera.

Así que nueva carpa extendida bajo  tapiz verde; un tapiz equilibrado por el hambre de aquel animal que un día perdió cierta consagración cuando partió de la India, se preparaba de nuevo para recibir un nuevo atardecer. Un atardecer que no significaría el fin de nada, pues seguiría manteniendo los recuerdos del pasado al mismo momento que conseguiría que el presente se volviera recuerdo; para poder así seguir disfrutando nuevamente de cualquier imagen animada o no que me permitiera llevar mi conciencia al pensamiento de lo vivido.

El mar, la arena, los olores, el aire, todas las sensaciones se encargarían de volver allí, cuando yo no lo necesitara. Podría pensar que el tiempo no rehace lo que perdemos; pero la eternidad lo guarda para la gloria; así que en ese momento cerré los ojos y el “repeat” se encargó de volver a hacer sonar “Calgary” de Bon Iver, ello me permitió revivir, o vivir tal vez, cada una de las palabras que había escrito a través de “esa” ventana.