Ken Loach: “Yo, Daniel Blake”, y otros golpes a la mandíbula de la clase dirigente

Por Horacio Otheguy Riveira

Yo, Daniel Blake, una incomparable película de drama social con emocionantes momentos de apoyo entre desconocidos. La soledad de los desamparados encuentra manos tendidas inesperadas: un pensionista y una madre soltera han de hacer frente a los golpes que les propina el sistema social británico, cuya burocracia va a por ellos hasta deglutirlos. Hay alternativas de tanto moverse, otras voces, otros ámbitos que acuden en fase de socorro, pero a menudo llega demasiado tarde. Una gran película de Ken Loach, dentro de una larga trayectoria, siempre alentada por una vocación testimonial con títulos de diversa actualidad, así como otros de documentación histórica.

 

Con el ritmo excepcional que pone el director Ken Loach en sus testimonios sociales bien documentados, el espectador se sitúa inmediatamente entre los protagonistas, padece con ellos el infortunio, el dinero que se corta, la ausencia de humanismo en los burócratas o la humanidad conmovedora de algunos que se abandonan a una inevitable impotencia. Y en medio la relación del hombre mayor y la joven atractiva que ha de lidiar con dos niños en una Inglaterra hostil por donde campea el hambre, la enfermedad, el desarraigo, la prostitución como alternativa.

La patraña del Estado de Derecho no para de cobrarse víctimas inocentes. Las más inocentes. Como le sucede a Daniel Blake, carpintero inglés de 59 años, viudo y con problemas cardiacos a quien su médica le ha prohibido trabajar. Obligado a solicitar las ayudas de la Seguridad Social se ve atrapado por el laberinto de  una Administración cuyas normas le obligan a buscar un empleo si no desea recibir una sanción. En la oficina de empleo, Daniel se cruza con Katie, una madre soltera con dos niños condenada a perder la ayuda familiar por llegar tarde a una cita tan sólo unos minutos. Prisioneros de una maraña administrativa se ayudan mutuamente de un modo intenso, fraternal… y a menudo cargado de impotencia.

Yo, Daniel Blake (2016) está realizada con el mismo estilo de otras películas en las que Loach dejó testimonio palpitante de una sociedad de primer mundo que agudiza constantemente sus extremas diferencias socioeconómicas; de sus numerosas obras, resultan muy recomendables: En un mundo libre (2009), sobre la flexibilidad laboral, la globalización, los turnos de trabajo, los salarios bajos y el consumismo. Angie y Rose, dos compañeras de piso, deciden abrir una agencia de trabajo temporal para inmigrantes, donde descubren que sólo puede sobrevivir aplicando siniestros métodos; El viento que agita la cebada (2006), visión muy personal del conflicto de Irlanda del Norte con el ocupante británico, dispuesto a todo para retener su abuso de poder; Sólo un beso (2004), intensa historia de amor entre una inglesa y un paquistaní cuya pasión trasciende una poderosa atracción sexual para ir más allá y prosperar deglutiendo los perfiles racistas de ambas culturas; Felices dieciséis (2002), espléndido retrato de un joven adolescente que decide cargarse el futuro de su familia a sus espaldas. Liam, inteligente y decidido, pronto aprende que la venta de droga es el mejor atajo hacia la vida tranquila y hogareña que desea para su madre, pero su inmadurez le impide ver que el camino puede que sea sólo de ida, y que conlleva sacrificios que no sabe si serán recompensados; 11-09-2001 (2202), entre 11 historias de desigual interés, 11 directores dan su punto de vista sobre los atentados del 11-S en Estados Unidos. Ken Loach aporta un recordatorio que los medios de comunicación prefirieron olvidar, fieles a la sumisión cotidiana al imperio americano. Su cortometraje gira en torno a la carta que un cantautor chileno envía a los familiares de las víctimas de Nueva York, dándoles el pésame y recordándoles que él y su gente también fueron víctimas del crimen otro nefasto 11 de septiembre, cuando, con el amparo de la CIA, el general Pinochet dio un golpe de estado y el presidente Salvador Allende fue asesinado; La canción de Carla (1996), una historia de amor donde la historia reciente y la política estallan a partes iguales: George, un escocés conductor de autobús en Glasgow, conoce a Carla, una refugiada nicaragüense en 1987, cuando en Nicaragua fuerzas paramilitares mantenidas por el gobierno de Reagan se preparan para derrocar al Gobierno sandinista. George acompaña a Carla a su país para ver de cerca la situación y ayudarla a cicatrizar dolorosas heridas; Agenda oculta (1990), intriga policiaca en torno a la sucia campaña de los conservadores para derrocar al gobierno laborista y aupar a Margaret Thatcher; …

En definitiva, Ken Loach se ha embarcado con lucidez, imaginación y valentía en una generosa producción con pocos aliados en Europa, donde prevalecen los conflictos psicológicos, marginando en general los dramas sociales, propios del cine independiente, minoritario. Tiene de su parte las valiosa realizaciones de los hermanos Dardenne (ver en estas mismas páginas: El silencio de Lorna: inmigrantes en Europa) y la obra de Costa Gavras, quien comenzó su carrera con temas de candente actualidad política acerca de la participación de Estados Unidos en golpes de Estado en Hispanoamérica (Estado de sitio, 1972, y Desaparecido, 1982), entre muchos otros temas en torno a dramas sociales y el autoritarismo.

 

Grupo de ataque con las armas de la solidaridad en medio de extremas necesidades en el Londres de hoy. Yo, Daniel Blake (2016).

 

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